lunes, mayo 09, 2011

Palabras de JBY (Tata Yofre) para la presentación del Libro “Noche de Lobos”, de Abel Posse, en la Feria del Libro (viernes 6 de mayo de 2011).

Querido Abel. Estimada audiencia.

Es la primera vez que vengo a la Feria del Libro a presentar una obra. En verdad, me siento más cómodo rodeado de papeles cuyos contenidos ya no se pueden alterar.

Como carezco de tu imaginación y tu rica pluma, me defino como un simple cronista de mi tiempo. En este caso, el periodismo lo ejerzo buscando aquellos documentos que son útiles para rescatar del olvido a las personas y los hechos que no merecen permanecer en la oscuridad. En definitiva, Abel, vengo a decirte que me siento orgulloso de ser una suerte de “auxiliar” tuyo. Se que vos a los viejos papeles le das una inspiración que yo no lograría alcanzar.

Vamos a tu libro, “Noche de Lobos”. Tú obra, disculpáme si no te agrada mi ejemplo, es una “caja negra” del drama argentino. La “caja negra” es ese instrumento que tienen los aviones más sofisticados, que sirven para resguardar las últimas conversaciones de los pilotos, los datos más precisos del navío, todo aquello que pretende conservarse en caso de accidente. Prefiero dar esta imagen, que decirte que tu obra me recuerda en algunos de sus pasajes al Infierno de la “La Divina Comedia” de Dante (Alighieri).
No lo es por dos razones. Una porque el Dante escribió una alegoría y tú obra esta asentada sobre hombres reales, con nombres supuestos pero historias ciertas. También prefiero decirte que tu obra es una suerte de “caja negra” porque vivimos en un país que ha sufrido un “accidente”, muchos accidentes, en lo que va de mi generación.

Gran parte de “Noche de Lobos” transcurre en la Escuela de Mecánica de la Armada, la misma que supe condenar en 1977, 1978 y 1979. En otras palabras, cuando había que hablar de la ESMA, yo hable de lo que pasaba en la ESMA. Debo decirte, querido Abel, que en aquellos momentos entre los que me escuchaban solo encontré temor, silencio e incomprensión.
No puedo olvidar aquel día de la final del Mundial de Fútbol de 1978, la gente festejando en las tribunas y yo pensando que ahí, a pocas cuadras, había gente sufriendo en la ESMA. ¿O no se recuerda que el equipo de Holanda no salió a recibir la medalla por haber alcanzado el segundo puesto?

Esos recuerdos y otras desgracias me hicieron valorar años más tarde la importancia de la Cámara Federal Penal de la Nación de 1971-1973 y el coraje de todos los que la integraron, porque le pelearon al terrorismo con los códigos en la mano. Por eso escribí “Volver a Matar”. Siempre agradeceré a los funcionarios de esa Cámara que se quedaban a dormir en las comisarías para cuidar a sus presos de cualquier sorpresa.

Seamos sinceros entre nosotros, después del 25 de mayo de 1973 no hubo Justicia tal cual nosotros la entendemos. Existió la ley de la calle. Basta recordar, como eslabones de una larga cadena de asesinatos que conmovieron a la sociedad argentina, a José Ignacio Rucci, el almirante Hermes Quijada, Arturo Mor Roig y Rodolfo Ortega Peña. Todo esto transcurría en medio de las presidencias de Raúl Lastiri, Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de Perón.

Con el desorden a flor de piel, Perón dio las “Instrucciones” para terminar con la infiltración marxista en el Movimiento, con todos los “medios que se consideren eficientes, en cada lugar y oportunidad”. En ese documento se pronunció la palabra “guerra”, ya escrita en los comunicados de las organizaciones terroristas. Después, el 7 de febrero de 1974, Perón pronunció la palabra “purificación”. Es decir, suprimir todo aquello que sea malo o extraño al cuerpo social. Así se entendió ayer, así se entendió después.

Después de mucha violencia, una suerte de “guerra civil intermitente”, como reconoció Montoneros en abril de 1989, el poder en la Argentina cayó en manos de las Fuerzas Armadas. “La sociedad, como me dijo un político temeroso en la soledad de su oficina, le dijo a las FFAA, terminen con este caos pero no me digan cómo lo van a hacer”.
Y Balbín no le fue a la zaga: Le dijo a Jorge Rafael Videla: “Terminen con esta agonía pero no esperen que los vaya a aplaudir…por mi educación, mí militancia no puedo aceptar un golpe de Estado.” Mal hecho, querido doctor Balbín, no se puede pedir un golpe y después andar silbando bajito con cara de yo no fui. No hicieron lo mismo en Chile, Eduardo Frei Montalva y Patricio Alwyn, tras el golpe del martes 12 de septiembre de 1973.
Raúl Alfonsín exigió algo parecido, en febrero de 1976, al general Ibérico Saint Jean en Chascomús.
¿Y qué nos dice un amplio sector del peronismo que se desentendió del gobierno de Isabel? ¿Y Montoneros? ¿Acaso Mario Eduardo Firmenich no afirmó “cuanto peor mejor”?

Así a los saltos, en medio de las bombas y los asesinatos, llegamos a la ESMA. ¿Y Qué fue la ESMA? Fue un lugar por donde pasó gran parte de la oficialidad joven, en su gran mayoría para cumplir órdenes. Ordenes. Y yo que una vez pase por una academia militar sé que “una orden, primero, se cumple” y si no se esta de acuerdo “después se levanta un recurso”. En el caso de la ESMA: ¿A quiénes iban a presentar un recurso los jóvenes oficiales? A nadie, porque el Almirantazgo los dejó librado a su suerte. Al mejor estilo de aquél político cobarde: “Hagan lo que tiene que hacer pero no me lo cuenten”. Entonces llego a la ESMA la hora de la “tortura técnica” y la “desmesura”, que vos Abel narrás como nadie. La hora del “Sultán”, un Rey, un Monarca, dueño de la vida y de la muerte. Detrás del “Sultán” estaba el personaje “Chavarri”, emparejado con la “Negra” Marta Bazán, un cuadro de las FAR, de quien “Goyo” Levenson, su suegro, siempre esperó una explicación de por qué había entregado a su esposa. Murió sin encontrar respuesta. Recuerdo que me contó su historia durante su exilio y así se conoció en la Argentina.

A través de tu novela histórica recobran vida “Perrone”, “El Lobo” “Armando” y su novia “Greta Carrasco”. También se habla de “Natalio Kurten”, el que en la realidad intentó volar la Fragata “Santísima Trinidad”, entre otros graves atentados; el “Negro” Stille, quien se ligó afectivamente con “Greta” violando el código de conducta revolucionario, porque su esposo “Kurten” estaba preso; “Mendioroz”, un amante de los uniformes, a quien yo reconozco con los nombres de guerra “Mendricrim”, “Lauchón” o “Hernán”. Todos personajes siniestros que de haber triunfado nos hubieran implantado el modelo cubano, o “castrista”. En estos días lo ha reconocido Antonio Cafiero.

Ni qué hablar de “Rodolfo Gallindo”, un aventurero de la peor especie, al que tuve que tratar y sentarlo frente a Jorge Born en el “Hotel Lancaster” y así ir preparando el clima para el primer indulto de 1989. Lo junte con el empresario a quien le pidió perdón y le devolvió el reloj que le había robado en 1974, cuando lo secuestró. Pensé que iba a hablar de “reconciliación, de un país “vivible” y salió pidiendo dinero.

Resumiendo, a la Armada, tras el 24 de marzo de 1976, recibió la responsabilidad de “purificar” a la Argentina de los Montoneros. Lo hicieron muy mal pero lo hicieron. Su centro fue la ESMA. También fui impiadoso con ese centro durante mi vida en el exterior, entre 1979-1982. Un muy cercano pariente mío, quizá un ejemplo de una sociedad que se mantenía (y mantiene) al margen de todo, como si nada los conmoviera, se puso a llorar, en Washington, cuando le mostré un informe de lo que allí pasaba.

Con la Argentina al borde del incendio y el quebranto como lo dejó Raúl Ricardo Alfonsín, con Carlos Saúl Menem llegaron los indultos, como una forma de poner un bálsamo en las tremendas heridas, en uno y otro bando. Aún espero una palabra de Menem al respecto. Confío en que no pase a la historia de una manera tan indigna. Que la valentía que supo demostrar en algunos momentos no se melle ante los vientos del “progresismo” o el temor a alguna revelación de su íntimo pasado.

Lo cierto, Abel, es que en ese pozo negro de la ESMA entraron muchos, demasiados, personajes, tan bien reflejados en tu libro. Los que perdieron la guerra militar, hoy son vencedores. Y a los que triunfaron los convirtieron en “presos políticos” porque para llegar a ellos se violaron todos los preceptos jurídicos y constitucionales. Sus juicios no son juicios, son parodias. Es venganza. La humillación como dijo “Armando”

Fue reparador observar en el relato los nombres de Ignacio Pirovano, Nora Jaureguiberry, Hugo Caballero, Javier Fernández y Jorge Mourath, personajes que pasaron por el Palacio San Martín, en su gran mayoría, y que dejaron recuerdos muy gratos.

Quiero dejar una media revelación antes de irme y transmitir mi conclusión final. En una ocasión un presidente constitucional me pidió a través de altos jerarcas de su gobierno si yo podía hablar con un argentino amigo mío para que ayudara a que el capitán de la Armada, Ricardo Cavallo, no saliera de México, extraditado a España, cuando lo pedía un juez Garzón. Tomé esta solicitud como una “cuestión de Estado”. Hable con ese argentino, muy comprometido en hechos que pasaron en la década del setenta. Después de escucharme, me dijo: “Si Tata, te voy a ayudar porque a esta página hay que darla vuelta”. Es decir, demostró una enorme grandeza. Así viaje a México y ayude al capitán Cavallo.
No se hizo más porque el “timorato” presidente no dio otra orden. Si hoy me volvieran a pedir un favor similar lo haría. Incluso por alguien que estuvo en lo que yo considero la mala senda con tal de terminar este clima de odio en el que estamos sumergidos. Como cuando me senté a conversar, como argentinos, con tus personajes Estefanich, Cirilo Gannan, “Bonfanti” y “Del Toro”.

Y me voy, ahora sí, con la conclusión. Esto es lo que yo pienso a mis 64 años, tras haber sido testigo y vivir innumerables acontecimientos. De esta posición no me muevo, a pesar de los agravios: Si ellos, los terroristas, hubieran ganado esa “guerra”, tal como la reconoció la Cámara Federal de 1985, esta Feria del Libro de hoy no se hubiera realizado, y muchos de los que aquí estamos viviríamos en el exterior o hubiéramos sido fusilados. Por razones muy privadas yo no voy a visitar a los presos en Marcos Paz, pero desde aquí les digo “gracias”. A pesar de sus enormes errores y sacrilegios, “Muchas Gracias” y aspiro a que salgan cuanto antes.

TATA YOFRE.

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